DOMINGO 1 DE CUARESMA

26 de febrero de 2012  MARCOS 1, 12‑15.   María pensó en tirar la toalla. No podía más. Toda la vida formándose para dedicarse a los demás, un curriculum de oro y una vocación de servicio. Pero la realidad discurría entre trabajos breves y precarios. Así poco podía ayudar. Por no hablar de formar una familia. El horizonte era sombrío. ¿Merecía la pena seguir pensando en desarrollar su vocación de educadora? Sólo su férrea voluntad, la insistencia de sus amigos, y la fe mantenían su vocación. Es la realidad de tantos jóvenes sin un trabajo donde desarrollar su servicio a los demás y trabajar por la edificación de una sociedad mejor.   El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús en medio de la tentación. Como todos, él también pasó por la prueba del desierto. No tuvo que ser fácil. Atrás dejaba su sus seguridades. Estaba a punto de comenzar un tiempo nuevo: su vida pública. Sabía que iba a ser complejo, que encontraría rechazo y marginación. Y quién sabe si hasta la muerte. Pero, apoyado en Dios, comienza a proclamar, a los cuatro vientos, la Buena Nueva del Evangelio. A quienes le escuchan les pide conversión: un cambio de de vida, confiar absolutamente en el Dios compasivo y salvador y ponerse al servicio de los demás.   Benedicto XVI en su mensaje para la Cuaresma, nos invita a los cristianos a un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor. A ponernos a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras. Desde luego, otro gallo nos cantaría si actuásemos así. Al comienzo de la cuaresma nos preguntamos ¿cuál es nuestra tentación? ¿qué es aquello que nos distrae del auténtico camino del evangelio? ¿qué anteponemos a Dios? Seguro que este tiempo nuevo nos ayuda a descubrir con más claridad a Dios y a responderle en el prójimo y en los necesitados.   Feliz Semana.