DOMINGO 5 DEL TIEMPO ORDINARIO

5 de febrero de 2012 – MARCOS 1, 29‑39    Manolo es fisioterapeuta. Cada día contempla milagros y, además, colabora para que sucedan. Ayuda a caminar a los cojos, sana a los tullidos y alienta a quienes han perdido la esperanza. Con sus manos, sus palabras y su buen hacer ayuda a infinidad de personas a recuperar la vida que habían perdido. Siente que muchos le esperan y se dedica a ellos con auténtica entrega y dedicación. Dice que tiene mucha suerte al poder sentir algo de lo que sentía Jesús cuando curaba a personas.  En el evangelio, Jesucristo, siempre está rodeado de gente que espera distintas cosas de él. Una palabra, el perdón, una curación y quien sabe si algo de comer. No es de extrañar que le siguiesen, arreglaba todo lo que tocaba, incluida la suegra de Pedro. Pero, lejos de instalarse en un lugar, explora nuevas plazas para que todos conozcan al buen Padre Dios. Es su auténtica pasión: que todos conozcan a Dios, que todos escuchen la buena nueva, que todos vivan como Dios quiere. Su secreto y su fuerza la encontramos en la oración frecuente y en la confianza absoluta en Dios.  Esta semana tenemos dos convocatorias de gran intensidad. La primera es el día del Ayuno Voluntario que nos hace mirar a quienes sufren el obligatorio ayuno de la pobreza. Demasiadas personas padecen hambre 365 días, el ayuno de un día nos ayudará a mirarles de otro modo. La segunda es  la Jornada mundial del enfermo, una fecha de especial oración y cercanía con quienes han perdido o tienen una salud precaria. Son dos jornadas que nos invitan a responder al estilo de Jesús, con más acciones que palabras. Una forma estupenda de presentar a Dios.  En el primer día de la semana nos sentimos sanados y curados por Dios y al mismo tiempo nos lanzamos a ser sanadores y cuidadores de un mundo que ha perdido la salud, que pasa hambre, y que no siempre busca el Norte de la justicia.  Feliz Semana