Mateo 25, 1-13
Virgenes prudentes
“¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!” Entre admiración y nervios llega esa advertencia. Sin embargo no todas las doncellas, estaban preparadas. La llegada del novio les pilla de improviso. ¿Qué podemos hacer ahora? Hay situaciones que no se improvisan. Son las necias del evangelio que se quedan a las puertas del banquete. Por suerte hay otras, precavidas, previsoras, preparadas y dispuestas. Enseguida reconocen y reciben al esposo. Ellas pasan al banquete. Son las sensatas del evangelio.
El recordado Juan Pablo II afirmaba respecto a este evangelio: “El evangelio de hoy habla del amor”. Nosotros, como las vírgenes sensatas, estamos invitados a salir al encuentro de Jesucristo, el Esposo; a velar con la lámpara del amor encendida; a encontrarnos con él mientras llega. A manifestar nuestra espera con numerosos actos de amor al prójimo. De este modo también seremos invitados a participar en el banquete de bodas.
Sabemos que nuestro mundo sigue en déficit de amor al prójimo. En demasiadas ocasiones estamos adormilados ante nuestros hermanos y apagamos las lámparas de la solidaridad. Personas y pueblos enteros lo pasan mal y no siempre hay quien vele por ellos. Parece que no tuvieran lugar en ningún banquete y en ninguna fiesta.
Las lámparas que esperan al esposo se rellenan con el aceite de las buenas obras. Hoy abrimos los ojos para reconocer a Jesucristo, y, al mismo tiempo, tendemos las manos al hermano que sufre. Así nunca se apagarán las lámparas ni se acabará el aceite. La comunidad cristiana reconoce a Jesucristo en los pobres y desamparados, los acoge y cura sus heridas. Así, y sólo así, el banquete será una realidad para todos.