DOMINGO 2 DE ADVIENTO – 4 de diciembre de 2011

Marcos 1, 1-8 Buenos días   Ahora que la obra pública parece que está en crisis el evangelio nos envía a enderezar los caminos. Recuerdo, cuando era niño, cómo Ramón dedicaba su vida a cuidar la carretera que llevaba al pantano: Quitar piedras, rellenar socavones, limpiar cunetas y retirar todo aquello que pudiera molestar… cada día 100 metros, en un mes, vuelta a empezar. Siempre había trabajo. Nadie tomó el relevo, entonces reconocimos auténticamente su trabajo. Gracias a su dedicación resultaba cómodo y fácil llegar al destino.   Sabemos que el evangelio se cumple. Hoy, como ayer, hay caminos demasiado retorcidos y sendas especialmente tortuosas. Quien los transita, puede perder la ilusión, las fuerzas, o el norte. Cinco millones de desempleados, infinidad de personas enfermas o en soledad, innumerables fracasos en proyectos familiares, multitud de jóvenes que no pueden dar el paso a una vida adulta… y todo esto muy cerca de nosotros. Son trayectos demasiado complejos, alguien tiene que allanar estos senderos.   El evangelio nos propone, en el adviento, una solución para la crisis: enderezar los caminos que van hacia el prójimo, allanar los senderos que acercan al necesitado, limpiar los accesos a cada persona y recorrer las veredas que marcan el buen camino. Quien vive así construye la autovía por la que Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, se hará presente en nuestro mundo, en nuestra historia y en nuestro presente.   Esta semana volvemos nuestra mirada a María, en la solemnidad de su Inmaculada Concepción. Ella es ejemplo de vida, modelo de creyente e imagen de la comunidad cristiana: disponible, servicial y generosa. Ella es auxilio de los pobres y protectora de los necesitados. Bajo su amparo nos acogemos.   Feliz Semana