Juan 1, 6-8;19-28
Sebastián era conductor en una línea regular autobús. Durante más de treinta años hizo el mismo trayecto. Por la mañana acercaba a hombres y mujeres de unos cuantos pueblos a Zaragoza y por la tarde los volvía a dejar en sus casas. Unos iban a comprar, otros a los médicos, algunos a visitar a familiares y hay quienes tenían que hacer papeles. La puntualidad nunca fue su fuerte. Sin embargo siempre se desvivía porque todos llegasen a su destino, se preocupaba por ellos, y a la vuelta, siempre la misma pregunta ¿cómo ha ido el día?
El evangelio de Juan nos presenta en distintas ocasiones a personajes que conducen a otros a la fe, mostrando así la importancia de los intermediarios. Muchos de los seguidores de Jesús lo son precisamente porque ha habido personas que les han llevado hasta él. Su papel siempre queda en un segundo plano, pero sin ellos no habría sido posible el encuentro. Uno de esos mediadores es Juan el Bautista, que vino como testigo para que “todos” se encuentren con el Hijo de Dios.
Hoy necesitamos intermediarios que lleven a otros a la fe. Conductores que aproximen el evangelio a la vida de los hombres y las mujeres. Mediadores que faciliten el encuentro con Jesucristo, el Hijo de Dios. Para tener este título no es necesario ser doctor en Teología, sólo hace falta estar enamorado de Jesús y querer contagiar a otros, empezando por los más cercanos… del resto, se encargará Dios.
En el domingo “Gaudete”, el domingo de la Alegría, Benedicto XVI nos recuerda que es necesario un compromiso eclesial más convencido a favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.
Feliz Semana